jueves, 12 de noviembre de 2015

Clase N° 52 - jueves 5 de noviembre de 2015

Sí, Manuel Jota Castilla es nuestro poeta de la semana.

La jota, claro, es inicial, en este caso de José. El “Barba” o el Barbudo, como era llamado afectuosamente en su ciudad, fue poeta, escritor, titiritero y periodista salteño. Que su Salta natal le salía por los poros, tierra que parió también a talentosos como Juana Manuela Gorriti, Juan Carlos, Jaime y Arturo Dávalos, Raúl Aráoz Anzoátegui, Antonio Nella Castro, Gustavo “Cuchi” Leguizamón, Artidorio Cresseri, Eduardo Falú, Hernán Figueroa Reyes, Dino Saluzzi, Santiago Sylvester y tantos otros.

Tal vez sea la tierra y el sol amalgamados, tal vez el llamado del viento, tal vez el páramo y el polvo consustanciados en el vino tinto. Lo cierto es que Manuel Jota Castilla había nacido en Cerrillos, más precisamente en la casa ferroviaria de la estación de Cerrillos, donde su padre era el jefe, el 14 de agosto de 1918 y murió en su Salta, el 19 de julio de 1980.



Fue un escritor cuya raíz folclórica siempre estuvo presente en su obra. La poesía de Castilla conserva los reflejos de la cultura oral de una tierra que canta desde hace miles de años. Su poesía celebratoria, identificada con el hombre, su tierra natal y la naturaleza, alcanzó su punto más alto en Copajira (1949), donde tiene como protagonistas a mineros de Bolivia.

Fue uno de los fundadores del movimiento La Carpa, que aglutinó durante los años ´40 a grandes poetas del Noroeste argentino como María Adela Agudo, Raúl Galán, Julio Ardiles Gray, María Elvira Juárez y Sara San Martín de Dávalos, Jorge Calvetti, entre otros.

También fue periodista en los diarios El intransigente y Salta, y autor de letras de canciones y recopilador de coplas folclóricas.

Escribió las letras de muchas obras musicalizadas por su inseparable amigo, el Cuchi Leguizamón, hoy clásicos pero que en su momento contribuyeron a la renovación del folclore argentino. Esto ocasionó que muchos lo tomaran por un poeta menor, no reparando en el hecho de que su obra es extensa y diversa. Sin haber sido uno de sus fundadores, los aportes de Castilla en ese sentido pueden enmarcarse dentro del Movimiento del Nuevo Cancionero.

Su obra literaria fue largamente celebrada y premiada. En 1957 obtuvo el Premio Regional de Poesía del Norte (1954-1956, Dirección General de Cultura de la Nación). Por su libro Norte adentro recibió el premio Juan Carlos Dávalos.

En el período 1958-1960, el Gobierno de Salta lo distinguió por el poemario El cielo lejos. En 1964 recibió el premio del Fondo Nacional de las Artes (Mendoza) por Bajo las lentas nubes. En 1967 recibió el Tercer Premio Nacional de Poesía por su obra Posesión entre pájaros. Entre otras de sus más importantes distinciones se incluyen el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1973), el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación (trienio 1970-72) y el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación (trienio 1973-75).

La poética de Castilla es de vuelo poético, ligada al paisaje y al hombre. Si bien esta característica es compartida en mayor o menor medida por la poesía de todo el interior de la Argentina, en el caso de Castilla cobra una dimensión diferenciadora. Con fuertes influencias de la llamada «poesía del Pacífico», donde convergen la copla castiza con la poética de hombres como Vallejo, Pablo de Rokha, Nicomedes Santa Cruz y Pablo Neruda, entre otros, la poesía del Barba Castilla aparece fusionada con elementos de las cosmovisiones de la América inmemorial, su prosa poética De solo estar es altamente ilustrativa en ese sentido, el personaje es el tiempo y la acción transcurre en un presente durativo: el mundo está aconteciendo ante los ojos del poeta.

Estos son sus títulos:

·         Agua de lluvia (1941).
·         Luna muerta (1944).
·         La niebla y el árbol (1946).
·         Copajira (1949, 1964, 1974).
·         La tierra de uno (1951, 1964).
·         Norte adentro (1954).
·         De solo estar, prosa (1957).
·         El cielo lejos (1959).
·         Bajo las lentas nubes (1963).
·         Amantes bajo la lluvia (1963).
·         Posesión entre pájaros (1966).
·         Andenes al ocaso (1967).
·         La pomeña (1969).
·         Tres veranos (1970).
·         El verde vuelve (1970).
·         Cantos del gozante (1972).
·         Triste de la lluvia (1977).
·         Cuatro carnavales (1979).
·         Coplas de Salta, prosa (1972).


La poesía de Castilla tuvo una amplia influencia en toda la literatura del Noroeste argentino y del interior en general, fue él el primero en introducir la poesía social en ese ámbito.

Sus zambas son verdaderas joyas, poéticamente hablando; y lo mejor, se han transformado en folklore, es decir, las canta el viento anónimamente.
Hay dos que son las más conocidas y cantadas por todos: La Pomeña y Canción de Balderrama.

Hace 45 años, el Cuchi Leguizamón y Castilla le escribieron “La pomeña”, luego de un duelo de coplas con la joven coplera Eulogia Tapia. La bella historia de Eulogia Tapia, la Pomeña, cantada magistralmente por Hernán Figueroa Reyes 


Posteriormente Roberto Fontanarrosa la incluiría como un personaje en su historieta Inodoro Pereyra, el Renegau.

LA POMEÑA 

Eulogia Tapia en La Poma
al aire da su ternura
si pasa sobre la arena
y va pisando la luna.
El trigo que va cortando
madura por su cintura.
mirando flores de alfalfa
sus ojos negros se azulan.
El sauce de tu casa
está llorando
porque te roban, Eulogia
carnavaleando.
La cara se le enharina,
la sombra se le enarena
Cantando y desencantando
se le entreveran las penas.
Viene en un caballo blanco
la caja en su mano tiembla
y cuando se hunde en la noche
en una dalia morena.
LETRA: Manuel J. Castilla
MÚSICA: Gustavo (Chuchi) Leguizamón






Y otros de sus poemas:

Esta tierra es hermosa

Esta tierra es hermosa.
Crece sobre mis ojos como una abierta claridad asombrada.
La nombro con las cosas que voy amando y que me duelen;
Montañas pensativas, lunas que se alzan sobre el chaco
Como una boca de horno de pan recién prendido,
Yuchanes de leyenda
En donde duermen indios y ríos esplendentes,
Gauchos envueltos en una gruesa cáscara de silencio
Y bejucos volcando su azulina inocencia.
Todo eso quiero.
Y hablo de contrapuntos encrespados
Y de lo que ellos para virilmente sangrientos
Cuando el vino en la muerte es un adiós morado.

Esta tierra es hermosa.
Déjenme que la alabe desbordado,
Que la vaya cavando
De canto en canto turbio
Y en semilla y semilla demorado.
Ocurre que me pasa que la pienso despacio
Y que empieza a dolerme casi como un recuerdo,
Y sin embargo, triste, la festejo.
Mato los colibríes que la elogian
Como quien apagara los pétalos del aire.
Hondeo como un niño ángeles y campanas
Y cuando así, dolido, la desnudo,
Cuando así la lastimo,
Me crece, ay, una lágrima en la que apenas si me reconozco.

Digo que me le entrego.
Digo que sin saber la voy amando,
Y digo que me vaya perdonando
Y en un perdón y en otro que le pido
Digo que alegremente voy sangrando. 


El barco de papel

Esta es la historia más simple,
más simple que puede haber,
porque es la historia de un barco
de un barquito de papel.

Como a mí me lo contaron
yo también la contaré.

Nació una tarde de lluvia
porque debía nacer.
era una hoja de cuaderno
que estaba en medio de cien,
hasta que la tarde aquella
se hizo barco de papel,
que más que un barquito fuera
una cáscara de nuez,
donde se iban para siempre
los sueños de mi niñez…

Diz que el niño fue a una esquina
donde el agua, en desnivel,
echó al barquito, seguro
de que no iba a perecer.
y así se largó a viajar
el barquito de papel.

El niño desde la cera
hacía de timonel,
y por cerca de una cuadra
anduvo pegado a él.

Más tarde quedó muy solo
-nadie hasta hoy sabe por qué
y el barquito abandonado
hacia otro barrio se fue.

Diz que al llegar a una esquina
el viento fue timonel.
que había piedras en el fondo
y corrientes a granel,
que tras hacerlo dar vueltas
lo dejaron al revés;
que lo llevó la corriente
tal como si fuera un pez,
hasta una boca tormenta
y no volvió a aparecer…

Así se acaba la historia
del barquito de papel
que al naufragar se ha llevado
los sueños de mi niñez…


Juan del aserradero

Juan del aserradero se ha embriagado
y hace como dos horas que duerme en la vereda.
Ayer, Juan ha cobrado
y en el bolsillo apenas si tiene una moneda.

Juan del aserradero
tirado en la vereda
se parece a los perros.

Y para que el solazo no le queme la cara
y se despierte luego,
el yuchán de la calle
tira sobre sus ojos sombra como un pañuelo.

Chaguanco, como pocos,
Juan del Aserradero
quiere olvidar la sierra
y se duerme en el suelo,
pero la sierra vuela
por encima del pueblo,
se torna una cigarra
y le asierra su sueño.


CABALLOS

En San Lorenzo he visto
dentro de su cementerio
comer un tierno pasto a unos caballos.
La hierba crecía desde unas tumbas lloviznadas.

Al irme
me miraron, ausentes, los caballos
y vi en sus ojos
la primavera
llena de muertos verdes regresando.


ESE ERA EL TIEMPO

El otoño perdía sus pañuelos
cuando un lejano perfume de canela
despertaba en tu sueño.

Tu corazón andaba por todas la aldeas
con la ingenuidad de la brisa y de la mariposa.
Y en ese otro tiempo con regreso de hacheros
y caminos borrándose,
esperabas la pena de los crepúsculos
como a un viajero que no dejaba de llegar.

Ese era el tiempo bíblico de la espiga y el pan
y de los ríos que llegaban a los prados
con muchos peces muertos.

Entonces,
yo miraba tus ojos y tu cabello largo
entre rosadas galerías campesinas.

Tus palabras se parecían a la palabra pan.

Te amaba
porque del ángel sólo tenías un recuerdo anaranjado
como un cielo de estampa,
y del lirio
sólo la raíz que era de tierra como mis manos.

Ese era el tiempo
del que me queda un lejano perfume de canela
y unas hojas húmedas como tus ojos
en medio de una tarde amarillenta.


Balderrama

A orillitas del canal
Cuando llega la mañana
Sale cantando la noche
Desde lo de Balderrama

Adentro puro temblor
El bombo con la baguala
Y se alborota quemando
Dele chispear la guitarra

Lucero, solito
Brote del alba
Dónde iremos a parar
Si se apaga Balderrama

Si uno se pone a cantar
Un cochero lo acompaña
Y en cada vaso de vino
Tiembla el lucero del alba

Zamba del amanecer
Arrullo de Balderrama
Canta por la medianoche
Llora por la madrugada
Navidad de Juanito Laguna
La Navidad que les canto
no tiene luna;
se va tiznando en la noche
de Juan Laguna.

Sobre la mesa, un pan dulce
y un arbolito,
y unos juguetes. Jugando,
sus hermanitos.

Juanito de la inocencia
canta en dormido Laguna
así por dentro del sueño
pasa llorando la luna.

Se le va hundiendo en los ojos
largo el camino.
Muy distraído se queda
con su destino.

Le está soltando campanas
la Nochebuena
y en el arbolito cantan
las arboledas.

LETRA: Manuel J. Castilla
MÚSICA: Gustavo (Chuchi) Leguizamón

En este link, magistralmente cantada por la gran Mercedes Sosa https://www.youtube.com/watch?v=8rAYZZMbOMg



 Aquí algo de su prosa poética


DE SOLO ESTAR (fragmento, 1957)


El tiempo, de existir, era lento como una miel dorada.
Se lo notaba a ratos en esa casa añosa, sobre la siesta, cuando en la huerta del fondo, en medio del gran silencio, entre el leve crepitar de los insectos de los yuyarales y el zumbido insistido de los huancoiros junto a las viejas vigas del techo, caía con un ruido sordo, como un golpe de barro, algún durazno maduro.

Parecía caer sobre uno mismo o sobre el mismo corazón de la tierra. Entonces uno sabía que el tiempo vivía aunque fuera por un instante. Ese golpe seco era signo de su vida y de su muerte, también. Entonces los ojos seguían sus huellas pesadas. Por las paredes blancas caía, barroso, memorizando remotas lluvias; silenciosos flecos nocturnos y lluvias, muchas lluvias mojaban sus ropas de sapo triste.
Se le veía solo mirando largo un mismo punto, que podía ser el tronco del arrayán. Era oscuro su cuerpo y tenue. La luz, como una mano de oro, lo iba retirando de la madera. Y él cedía su lugar, callado, casi solícito. Después ya todo su sitio estaba iluminado. Y había que bajar los ojos al suelo por donde también comenzaba su retirada, entre hojarasca quebradiza y perros que la pisaban a trechos. Así, hasta que se iba lejos, más allá de los cercos y desaparecía.
Entonces venía la noche. Pero algo del tiempo había quedado en los rincones y en la cisterna. Y uno volvía a notar su presencia, sus ruidos.
Cuando la madre pasaba con la lámpara en los últimos trajines, latía en los rincones sombrosos. Por fin se dormía cuando la madre tapaba con ceniza el ojo soñoliento y colorado del fuego. Mas, noche entrada, siempre, alguien lo despertaba con las manos del susto. Era como hurguetearle con un palo la cola en la alacena donde dormía. Buscaban huecos en los paredones donde había ollas de barro con monedas de oro y muchos collares. Pero todo era cosa de los arrieros alucinados. Ganas de encontrarle algo a la casa, de turbarle su añosa paz.
Así, la casa y el tiempo, juntos, una vez despertados, les quemaban el sueño y nadie podía pegar los ojos. Por la galería grande, sobre sus baldosas de ladrillo, llegaba el otro dueño de la casa, el que la había hecho y que ya estaba bajo la tierra.
Es cierto que habían oído sus pasos tintineados de espuelas, pero no lo conocían. Se lo imaginaban de anchas bombachas negras y bigotes cayéndole sobre la boca seria. Lujosa la chaqueta y el sobrero aludo y blanco. Un señor recio, de lentos ademanes. Arremetía con su caballo por el guardapatio; los cascos herrados del animal sacaban chispas de las piedras medio enterradas y el jinete desensillaba. Avanzaba hasta la galería y allí paseaba sonando sus espuelas. Hasta creían oír el golpe del talero sobre la caña de la bota. Entonces salían armados de las habitaciones, los ojos abiertos al miedo. Solo la noche afuera; los grillos y los sapos latiendo. Tenían que volverse porque no hallaban nada.
-Es el tiempo- pensaban.

(En De solo estar, 1957)

En este link podemos escuchar al mismo Castilla recitar el poema Elegía, dedicado a su hermano Ricardo. Y varios ricos materiales más. 





Acerca del grupo poético La Carpa

De La Carpa, el último en morir fue en 2011, a los 88 años de edad, murió en ésta, su ciudad natal, el poeta Raúl Aráoz Anzoátegui, una de las voces más entrañables de la lírica regional. El grupo "La Carpa" es la conciencia poética en la región. el lugar dominante que alcanza en el campo de la literatura del Noroeste argentino el grupo La Carpa, constituido en Tucumán a comienzos de la década de 1940 e integrado por jóvenes escritores de distintas provincias de la región, hasta entonces prácticamente desconocidos. Propone que la respuesta a esa pregunta se relaciona en buena medida con la eficacia de lo que podría denominarse como el "discurso metapoético" de La Carpa, a partir del cual el grupo se "inventa" a sí mismo elaborando y difundiendo una posición de carácter colectivo que evidencia una clara conciencia sobre la poesía y sobre la responsabilidad del poeta y trasciende, además, los límites provinciales para abarcar toda una región del país. Dicha posición se ve articulada sobre todo en el prólogo a la Muestra colectiva de poemas, especie de manifiesto del grupo publicado en 1944. El trabajo analiza ese texto a la luz de lo planteado y en relación con el contexto literario de emergencia de La Carpa y se detiene además en la consideración de una polémica -desarrollada en el diario tucumano La Gaceta y motivada en ciertas controvertidas afirmaciones del prólogo- que ilumina acerca del lugar de la agrupación en el ámbito de la literatura del Noroeste.

Conciencia poética, conciencia regional y conciencia de grupo. El prólogo a la Muestra colectiva de poemas.

El primer boletín de La Carpa, fechado en marzo-abril de 1944, se abre con una especie de breve editorial que establece la concepción del grupo en torno a la poesía y al papel del poeta:
...Creemos que la Poesía es flor de la tierra, en ella se nutre, y se presenta como una armoniosa resonancia de las vibraciones telúricas. Creemos que el poeta es la expresión más cabal del hombre, del hombre hijo de la tierra aunque se yerga como el árbol de inspiración a altura.
Concientes (sic) de las solicitudes del paisaje y de las urgencias del drama humano no renunciamos ni al Arte ni a la Vida. Esa conciencia nos hace en cierto sentido -o en todo sentido- políticos. Es la responsabilidad que, a nuestro entender, recae sobre quien ofrece a los otros los frutos de su alma.
En fin, creemos que la Poesía tiene tres dimensiones: belleza, afirmación y vaticinio. (I/1: 1)

Esas mismas palabras son transcriptas luego como epígrafe del prólogo a la Muestra colectiva de poemas, publicado en noviembre de 1944 como tercer cuaderno de La Carpa. Tal como se anuncia en la primera página del cuaderno, el autor del texto es Raúl Galán, en quien los demás participantes delegan la tarea de redactarlo en representación de todos. De extensión mucho mayor que el editorial del primer boletín, el prólogo amplía y profundiza en gran medida las ideas planteadas allí. Constituye, por lo tanto, la principal "tarjeta de presentación" de La Carpa. En efecto, su objetivo central parece ser mostrar la existencia del grupo y delimitar con nitidez su posición. Así, sus primeros párrafos comienzan explayándose en torno a la concepción de la poesía y del poeta:
Los autores de los poemas recogidos en este cuaderno de La Carpa poseemos en común un hondo amor a la tierra y ahincada preocupación por la aventura del hombre; del hombre, que es también naturaleza.
Sentadas las premisas de que la Poesía es flor de la tierra y que el poeta es la más cabal expresión del hombre, asumimos la responsabilidad de recoger por igual las resonancias del paisaje y los clamores del ser humano (ese maravilloso fenómeno terrestre en continuo drama de ascensión hacia la Libertad, como el árbol).
Esta desea ser, pues, poesía de la tierra, empeñada en soñar para este mundo un orden sin barrotes, ni hambre, ni sangre derramada. Cuando la angustia de lo exterior está cerrando el camino de la poesía ella se arma de espinas, en legítima defensa. Sin embargo, el nuestro no es arte de combate. Es sí poesía
 en lucha, en crisis, ya que el término no nos asusta ni escandaliza.

¿Por qué afligirnos de que la Poesía sufra las crisis que el hombre vive? Pobre de ella si tal no lo hiciera. Y pobre del hombre si la Poesía no sintiese también el drama para redimirlo de sus dolores con la proyección depurada del dolor sobre un cielo de esperanzas. (Galán 1944: 9)

En esos términos se expresan las dos direcciones que, para La Carpa, comprende la poesía: la tierra y el hombre. La responsabilidad del poeta sería precisamente atender ambas, esto es, recoger por igual "las resonancias del paisaje" y "los clamores del ser humano". Concebida de ese modo, la poesía tendría una misión que cumplir en un mundo en crisis. En la medida en que se empeña en "soñar para este mundo un orden sin barrotes, ni hambre, ni sangre derramada", ella constituiría, se infiere, un arma de lucha contra el autoritarismo, las desigualdades, la guerra. Cabe tener presente, en este punto, el contexto internacional de la segunda guerra mundial y de la entonces todavía reciente guerra civil española, así como, en el orden local, hechos como el golpe de estado de 1943, que significa para Tucumán la experimentación de las medidas autoritarias de una intervención provincial de acentuado tono nacionalista, y de modo más general, el ascenso del peronismo, que era asociado por la mayor parte de los integrantes de La Carpa al autoritarismo militar y a las potencias del Eje.

Al pensar, en ese contexto, a la poesía como un arma de lucha, se declara asumir un compromiso político, que no se piensa reducido, sin embargo, a mero "arte de combate". Tales palabras ponen de manifiesto además los ideales del grupo, cuya sensibilidad aparece muy ligada a la aspiración de libertad, de justicia, de paz. Se deja entrever también la confianza en la capacidad de la poesía para redimir al hombre de su dolor y de abrir un "cielo de esperanzas". Los vocablos "crisis" y "lucha" aparecen reiterados con insistencia en el fragmento citado, donde se expresa, de modo resuelto, la voluntad de que la poesía asuma la lucha y la crisis que vive el hombre. Esa resuelta asunción de la lucha y de la crisis puede ser leída como una asunción de la época.
Tal modo de entender la poesía en relación con la crisis de la época revela un carácter verdaderamente renovador en el ámbito literario de la región, que hasta el momento había exhibido un cierto "retraso" -dejando de lado excepciones relevantes como las configuradas por la producción de Juan Carlos Dávalos, Bernardo Canal Feijóo, Luis Franco, Ricardo Rojas, Fausto Burgos-, según de distintos modos sugieren Ricardo J. Kaliman (1982), Octavio Corvalán (2008) y Santiago Sylvester (2003). Para este último, hasta entonces la poesía del Noroeste se había visto "cómodamente asentada en el pasado" (Sylvester 177). Por su parte, Corvalán afirma que en la región "es necesario llegar casi al medio siglo XX para poder hablar con razón de una
 literatura" (32; énfasis del autor). Parecería que recién a partir de la década de 1940, la poesía norteña comienza a exhibir una mayor sintonía con la época, proceso en el que precisamente los autores de La Carpa tienen un papel fundamental, como los mismos críticos mencionados sugieren. Es posible pensar que al manifestar en el prólogo la voluntad de asumir los tiempos que le toca vivir, La Carpa intenta quebrar esa cómoda serenidad y el "atraso" que parecían signar gran parte de las letras norteñas.
El prólogo a la
 Muestra colectiva de poemas proclama a continuación la orgullosa pertenencia del grupo a la región del Noroeste argentino y al mismo tiempo, el alejamiento de lo que se percibe como una deformación de esa pertenencia:
Los autores de estos poemas hemos nacido y residimos en el Norte de la República Argentina pero no tenemos ningún mensaje regionalista que transmitir, como no sea nuestro amor por este retazo de país donde el paisaje alcanza sus más altas galas y en el cual el hombre identifica su sed de libertad con la razón misma de vivir.
Se está aquí en más cercano contacto con la tierra, con las tradiciones y el pasado, elementos auténticamente poéticos que no son responsables de las secreciones de cierto
 nativismo mezquino que encubre su prosa con el injerto de giros regionales y de palabras aborígenes. Por ello proclamamos nuestro absoluto divorcio con esa floración de 'poetas folkloristas' que ensucian las expresiones del arte y del saber popular utilizándolos de ingredientes supletorios de su impotencia lírica.
Toman ellos de la tierra lo que tiene de más superficial y anecdótico. Nosotros preferimos el galardón de la Poesía buscando las esencias más íntimas del paisaje e interesándonos de verdad por la tragedia del indio, al que amamos y contemplamos como un prójimo y no como un elemento decorativo.

Nada debemos a los falsos 'folkloristas'. Tenemos conciencia de que en esta parte del país la Poesía comienza con nosotros. (Galán 1944: 10)

Interesa destacar en primer lugar la manifestación de una clara conciencia regional, que, como lo ha destacado con acierto la crítica precedente, acusa un carácter pionero. El prólogo define a La Carpa por su pertenencia al Norte argentino y proclama el amor del grupo por ese sector del país. Es desde allí desde donde sus integrantes se piensan y desde donde articulan su propuesta. Ellos parecen ver además en esa pertenencia regional un valor para la práctica poética ("Se está aquí en más cercano contacto con la tierra, con las tradiciones y el pasado, elementos auténticamente poéticos"), pero sólo en la medida en que ella es conjugada, según puede inferirse del fragmento citado, con un afán de universalidad, opuesto al "nativismo mezquino".
Ahora bien, la pertenencia a la región es distinguida con insistencia del "falso folklorismo". Se establece una nítida separación entre la propia poesía, despojada de elementos pintorescos y anecdóticos -a ojos de La Carpa, la auténtica poesía-, y la producción de los "falsos folkloristas".
 


¡Buena semana poética!!!