miércoles, 23 de noviembre de 2016

Clase N° 32 /año 3 - jueves 17 de noviembre 2016


EUGENIO MADRINI 
SACÓ DE LA GALERA
SUS POÉTICOS 
CONEJOS
EN LA NIEVE

El poeta Eugenio Mandrini, a quien la Fundación Argentina para la Poesía acaba de otorgarle el Gran Premio de Honor de la FAP (compartido con el poeta Osvaldo Rossi, quien nos visitará el jueves próximo, el 24 de noviembre) celebró su poetar junto a nosotros y nos deleitó con su particular metapoética, sus poemas y sus microficciones, su amenísima charla y su gran encanto de antihéroe. 

Este es el programa N° 16, nuestro 16vo encuentro de Abordajes poéticos, el taller de lectoescritura de la Fundación Argentina para la Poesía realizado online vía streaming los jueves de 18 a 19 hs, hora argentina, en www.onradio.com.ar




Arriba: el poeta Eugenio Mandrini y una imagen alegórica
 ilustrativa de su tan inspiradora metáfora. 

Abajo, su visita a Abordajes poéticos, de izq. a der. apretados en el pasillo de la radio :) 
al finalizar el programa y luego durante:
Alejandro Biedma, María Teresa Lippo, Gabriel Cherulñec, 
Sandra Pien, Eugenio Mandrini y Alba Estrella Gutiérrez. 
Quien tomó las fotos, gracias, Norma Belleri. 









Aquí el link del audio del taller-programa:





Los textos que leyó nuestro poeta invitado:

De Conejos en la nieve


La mano

¿Qué ama el hombre cuando su mano acaricia
 el cuerpo de una mujer? ¿Sólo el asombro
 del cuerpo de la mujer? ¿La penumbra ama, donde
 parece flotar el cuerpo de la mujer y la mano
 sostenerlo, buzo en el aire? ¿El susurro
 del gemido ama cuando la mano se interrumpe
 breve instante, y el cuerpo de la mujer
 sufre y exhala? ¿O es la mano que acaricia el cuerpo
 de la mujer lo que ama el hombre, mano capaz de
 moldear una lágrima o hacer de la sábana
 un templo?
                   La lengua, en realidad, haría
 lo mismo, y la nariz, y también un solo dedo,
 y hasta el muñón de la mano, si ella,
 vestida con las ropas de mi madre o en túnica
 de fantasma, cantando la escena de la locura
 o abrazada al retrato del demonio, o bien
 traída por las piedras del cielo o el soplo
 de la luz, vuelve a ese que volveré
 a ser.
                  De otro modo, ¿qué de esta mano?
 ¿sólo dada a escribir palabras sin saliva de dragón
 o tras oír golpes en la puerta, abrirla,
 para que entre el frío? Mano mía,
                                                   háblame.


MAMUT EN LA NOCHE INMENSA

Soñó que el mamut muerto en el último invierno, el mamut más formidable, más temible y de más estremecedor pelaje oscuro que viera en su azarosa vida de cazador, volvía a buscarlo a él, de entre todos los hambrientos de la tribu que intervinieron en la cacería, sólo a él.

Después, la visión se trasladó a la realidad y el mamut aparecía, irremediable, en cualquier momento de la noche o cuando el fuego de la caverna volvía a la ceniza o aún mimetizado en la lluvia, en la niebla o en la humareda de los bosques incendiados. Entonces cerró todas las formas de la luz y la alucinación y se arrancó los ojos para no verlo más. Pero el mamut volvía siempre, irremediable, porque en el mundo de los ciegos, los ciegos ven.

RAÍCES

Con el último golpe del hacha, el árbol cae pesadamente al suelo. Sin embargo, los pájaros permanecen inmóviles donde antes estuvieron las ramas. Acaso porque sólo son la sombra de esos pájaros. Acaso porque esos pájaros miraban demasiado la distancia y la distancia los hipnotizó. O acaso porque la memoria del árbol muere después.


La almohada

En mi almohada hay un tigre.
Me lava la cabeza con su aliento de fósforo,
me cuenta la selva en el oído, el matorral
donde acechan las voces del terror o el susurro, el
arte del sigilo que apaga el gemir
de las hojas secas.
En mi almohada hay un tigre.
El resplandor donde los ciegos tambalean
La sangre de la luz que envidia el fuego.
Si duerme —raras noches lo
hace con la cola enroscada en mi cuello
como un látigo que espera.
Si está alerta —tantas noches me habla. Me dice: -Escribe,
con el asombro del color que soy
con el hambre de las entrañas que soy
con el brillo de oscuridad de la mirada que soy.
En mi almohada hay un tigre.
Todo tigre es un poema feroz.


ESTA PÁGINA ES MUY ROJA

Abrió grande la boca, se introdujo una rosa roja y, pacientemente, para no dañar su belleza eterna, la fue tragando entera. Después, volvió a sus ocupaciones diarias, a la espera de que algo grandioso sucediera dentro suyo: que brotaran de su boca, por ejemplo, jardines del paraíso y le colmaran los ojos. Sin embargo, durante días nada de este mundo ni del más allá sucedió en su vida. Insatisfecho, fue en busca de una nueva rosa roja y al querer tomarla –hecho insólito- vio que ella temblaba, temblaba como de miedo, y enseguida, entre agitaciones, comenzó a deshojarse como una garúa trágica. Esa misma noche,  abrumado, tomó un lápiz y un papel y trazó el dibujo de una rosa. Con el color que fluía del sendero abierto en una de sus venas, la pintó de rojo, y con las últimas gotas, escribió una sola palabra: Perdón.

Nunca sabremos si la rosa roja lo acosará en los sueños.

TANGO DEL LOBO

Primero, faltó a la cita la niña de la caperuza roja.

Después, un eclipse oscureció la luna y debió morderse el aullido.

Por último, la manada lo declaró nada feroz, por esas gotas de soledad que le apagaban los ojos, y fue desalojado del bosque.

Hoy lame zapatos en la ciudad y en invierno busca el abrigo del sol como una abuela.


FUTURO IMPERFECTO

El cielo estaba tan poblado de naves comerciales como antes lo estuvieron las calles de máquinas vertiginosas, que los pájaros se exiliaron en los árboles hasta mimetizarse en las hojas, iniciándose así la extinción de la especie por el inmenso dolor de no poder volar en ese aire sin aire, en ese cielo sin cielo.

De ese tiempo aún se conserva en una de las vitrinas del Museo de los Enigmas, un extraño objeto que algunos, por su forma, lo atribuyen a la pluma de un pájaro, y otros, por su brillo, a un resto de aquellas mañanas luminosas del antiguo cielo.

HOMBRE DE MUCHA FE

Descendió del tren en una estación cualquiera de un pueblo desconocido, y la esperó.

Después, entró en los subsuelos de las catedrales, donde el silencio, de tan espeso, late, y la esperó.

Después la esperó subido a los árboles, a los puentes, a las terrazas, a las torres, a las montañas, a los aviones, a las nubes del sueño y, acaso, a algún ángel.

Después la esperó en la intemperie del invierno más impiadoso, temblando no de frío sino de esperanza, y además bajo la lluvia la esperó, hasta que el agua dolió como pedradas.

Llegó también a comprar un telescopio y esperó verla aparecer de entre los astros.

Lo encontré sentado en el banco de un parque, en silencio, mirando ardiente más allá de los árboles, del tiempo, del desvarío. Le pregunté:

-¿A quien espera tan tenazmente?

Sin dejar de mirar el fuego de la distancia, contestó:

-A la Felicidad. ¿A quién otra podía ser?

Me senté a su lado.


ANSIADA PRESA

Llega
invasora del secreto de la desierta noche,
la amistad.
Llega
y desencadena formas,
palpitaciones, la amistad:
y de nuestras férreas sombras del diluvio
algo fulgura.
Dura toda la oscuridad la amistad:
a su fuego es más tibio el tiempo en la ciudad rechinante.
Una mujer fecunda, las confesiones, el esplendor perdido,
los rostros que el sueño no olvida, regresan a nosotros;
la audaz infancia, las porfías del deseo
y el universo ágil, regresan a nosotros. Así caemos en ella
como el otoño en el árbol.
Más allá que la nostalgia, que el delirio
de someter al olvido los escombros,
se yergue la amistad.
Llega
enardecida
y la muerte pueril pierde coraje, se disipa.
Invencibles por un instante somos
en la ciudad sobreviviente.
Ansiada presa la amistad. Rara de alcanzar.
Como Dios en la tierra.


EL DÍA DEL MILAGRO

Al César
un verano al que tirita
peras de agua a los de labios de uva seca
multitud a los enterrados en su soledad
a los tristes una sonrisa de loco iluminado que vio a Dios
y Dios le alzó el pulgar
frazada al que no supo que esa puerta daba a la intemperie
y la abrió y el frío era de cactus
luz a los apagados
más luz a los oscuros que al levantarse tropiezan con sus hijos
patio al solitario en su sótano
un no a los acorralados por las órdenes
un beso al pobre diablo
romeos a las julietas solitarias
aplausos al que regresa indemne del infierno
aullidos de jauría a los amantes hastiados
gorjeos al gorrión o algo de la Callas
el cielo prometido a quien siga el vuelo de las naves cósmicas
a través del agujero del zapato
almohada a quien no tiene donde apoyar los sueños
himnos al albañil que cae del andamio y ya no almuerza
paz de larga silla al que huye de su sombra
piedad en los espejos a las que fueron bellas
libros de poesía al filósofo
oídos a Dios (repitamos esto: oídos a Dios) nuevas embestidas al que perdió su toro
risas de demonios a quienes creen que solo existe un cielo y es
azul
una tenaza a Cristo
luz de otoño a los inviernos que de tan pálidos son oscuros
un ayudante al que lleva su esqueleto a cuestas.
Después, que sea lo imposible.


EN UNA PALABRA

En el ocaso de la vida, cuando había superado las
mil tonalidades del color, y los diez mil instrumentos
del sonido, y las cien mil miradas que dan
forma y consistencia al mundo, el poeta escribió
su última obra con menos de dos palabras: un
poema en verdad musical y sugerente, que no nombraba
al universo, ni a la libertad, ni a la paz, ni
al amor siquiera, y que sin embargo podría persuadir
a todos por igual: a amantes, a místicos, a
revolucionarios y a dioses domésticos.
La palabra era
Oh
Se burlaron mucho de él, algunas piedras
picotearon sus últimos huesos, y no lo dejaron descansar
ni a la orilla del río.


IMÁGENES PARA UNA CARTA DE AMOR EN INVIERNO

¿Qué hiciste del deseo que apretabas
en los dientes como una presa?
Deberías imaginarme extendidos los brazos
a la espera de tu sombra de lámpara
o tu cabellera negra que iniciaba la noche
Ver como te desnudabas
era un acto de resurrección donde
el aire, el ojo, el latido, el tiempo, se paralizaban;
luego, al acariciarte, se encendía el otro cielo,
el de un infierno perdurable, en el que iríamos
a yacer hasta dorarnos
Vuelve
Es invierno, y si vuelves,
habré olvidado al exiliado que soy debatiéndose
como pez en el anzuelo del frío
Libérame del estupor de estar viendo,
nítido en la sombra, el límite del fin, mientras
el viento raspa la puerta
y siembra miedo en los espejos
¿O será que saciado está
el ciego animal de tu hambre? Acabo de pedirle a la escalera
que me devuelva la rima de tus pasos, y a los ruidos
de la noche que se congreguen
en tu nombre, y tu nombre se oiga, exaltado,
como un coro de Verdi
Vuelve
La soledad es un ciego palpando un eclipse
La soledad es el gato negro de Poe que oscurece
el fuego de los tigres
La soledad es un dios sordo que no sabe gozar
de los rezos del mundo
¿A qué, entonces, tanta soledad
si ya la elevaste a multitud?
Vuelve
A veces, al mirarnos desnudos, brotaba
de los ojos una luz de incendio que hacía retroceder
a los muebles; otras veces, siempre desnudos,
permanecíamos tensos y graves, como en un concierto,
creyendo escuchar los movimientos
de la sangre. Eran nuestros modos
de detener al tiempo, ese bárbaro que pasa dejando
solo rastros de perdición
Vuelve No me hagas escribir que
el amor termina siempre refugiándose en sí mismo
como un ovillo de silencio
y que su secreto es desear morir,
después de haberse llevado todo como el río,
y dejarnos sin saber para quién
humeará de nuevo: acaso
para el viento que todo lo abate
No demasiado tarde
vuelve,
vuelve
¿Pero adónde irías a volver si nunca
nos hemos conocido?
Solo son imágenes
para una simulada carta escrita
en una de esas tardes de un desnudo invierno
frío y solitario como todos.


LOS FENÓMENOS DE LA BELLEZA

Durante largo vuelo silencioso
el viejo ruiseñor,
el de plumaje esquivo y cielo imprevisto
anduvo eligiendo, ciego o vidente,
aunque trémulo como ante un repentino
grano de uva azul o de diamante,
la rama de un árbol desde la cual cantar
y finalmente se detuvo en aquélla,
la muy oscura como luz de azufre del infierno, donde se balanceaba (¿o levitaba?)
un ahorcado.
Y cantó.


OTROS DESEOS

que la obrera sea un trazo de luciérnaga
en la sin luz del hormiguero
que la piedra enamorada de las nubes, aún
en cielo borrascoso, se disuelva en ellas
que la araña, su tristeza indecible, teja la red
de atrapar al tiempo y le devuelva el tiempo las presas que intuyeron la trampa
que el árbol arrastre al bosque e invada
la ciudad de bestias menos crueles
que el relámpago se consagre al espejismo
y derrame visiones en el desierto
de los ciegos
que la jauría descubra el cementerio de elefantes
y sea como tocar el cielo con la lengua
que lo áspero alcance la tibieza del vapor
que exhalan las bocas en invierno
que el fuego se cueza en el de los amantes
y no haya más noche que la noche alumbrada
que antes de ser degollada, la gallina empolle
una rosa igual a la cresta del gallo
que le turba el sueño
que el cielo sepa que el único diluvio universal
es el llanto de los débiles
que la muerte, ya reliquia de vieja y apenas sostenida
por un bastón de ceniza que va deshaciéndose,
nos oiga decir: Adiós, muerte, adiós
que el poeta, de tanto espiar y espiarse en las hendijas
sea el ojo de leer la ceguera y de escribir
sobre todo lo incierto aun
que por razones de exigencia poética nunca
sepa la luna qué se oculta en el lado oscuro
del oso polar
que el mar retorne a su memoria de arena
y ya no se oigan, de los oleajes, las
bravuconadas, y de los ahogados,
sus mugidos de doliente cadencia que el barro de la monótona vasija se aloje
en los páramos donde cambiar de formas en
la obra del viento, las lluvias
en cuanto a los dioses, qué desearles a éstos,
tan indemnes en sus máscaras de ausencia.


PÁJARO NO ESMALTADO
1
Frente a un gorrión detenido en los labios de ella
¿qué morder primero? ¿el gorrión? ¿los labios de ella?
¿o el aire donde conviven el gorrión y los labios de ella?

2
Sorprendido en la pirueta de su arte instantáneo
¿es el gorrión una fibra del aire? ¿un tatuaje
desubicado en la luz? ¿el ritmo de paso del polvo?
¿un clavo que salta de la cruz al árbol y de éste al tiempo?
Tal vez el pájaro sin historia sea un ser fantástico
cuyo don de suscitar visiones lo poseen sólo los dioses,
alguna ardua concepción del mundo, o el amor.

3
En su monólogo sin gloria cree ser la belleza
antes que el poder, y se ve, o se sueña, brotar sobre los altos muros, como un fogonazo del paisaje,
como un renacimiento del verdor.

4
A veces el gorrión vuela embriagado, desentendido y feliz;
a veces hurgonea entre los deshechos con extenuado fatalismo;
a veces se abalanza como un tizne de arpón sobre la ballena
de la tierra; otras, se sume en arrebujada quietud, abrumado
por repentinos golpes de ansiedad o de olvido.
Así de incierto y mudable es el poema.

5
En la grisácea velocidad de una piedra
arrojada a la otra orilla, y en el ocre despojo de
una penumbra yaciente al borde de un camino, he
creído avistar un gorrión, su temblor, su fugitivo
zigzagueo. Ah, mimético animal, sutil ornamento
de la opacidad.

6
Como los monstruos fugaces que modela el viento en los
médanos; como los restos de congoja que sueltan las
espaldas cuando huyen o caen; o como esguince de humo,
pluma de humo o humo en el adiós, así de inapresable es el gorrión: solo la jaula
del mundo lo detiene, lo contiene.

7
Palpables y tenaces, el día y la noche prevalecen
y solo el atardecer es lo desapercibido. El atardecer
es aquel patio donde el cuerpo se echa a morir
en un sillón y nadie acude a salvarlo
porque el atardecer es lo desapercibido.
Ah, gorrión, descendiente dilecto del atardecer.

8
El gorrión que olvida su cuerpo, que desatiende
la vertiginosa relación entre el incidente y la realidad
y queda dormidito a las puertas de un gato,
será bocado de gorrión.
Como el poeta su desdicha perfecta está en el sueño.

9
Cae un copa de Murano
un vitraux del siglo XII
un mosaico bizantino el paisaje de la ventana de Magritte, y el ojo
se hace añicos.
Cae una llovizna, un otoño, una virgen, un país,
y aun el yeso de una nube, y el ojo se hace añicos.
Pero un gorrión cae en el ojo, y el ojo se echa a volar.

10
Haya un lugar para el gorrión, una migaja para él
de azul despedazado: lo pido por amor
al dios del trino mudo que acaricia a los pájaros vulgares.

11
Quien ordena su vuelo más súbito,
el salto súbito, la súbita huida.
¿La muerte? ¿Las furias? ¿El terror? ¿Otro paraje feliz?
Rara ave que no conoce el reposo, igual a ciertos hombres
azotados largamente por lo inescrutable, como el
capitán Akab, o mi padre albañil entre
los andamios, esas balsas del aire.

12
Desalojado de los talleres del infierno donde
se eslabonan los fulgores del color, y exiliado del edén, de sus diamantes, no le queda más que pasearse
entre las hojas que tiritan, el ramaje desgastado,
y las soledades y premuras de los hombres.
Ah, gorrión, pájaro no esmaltado.

13
Gorrión que entra en el ojo
provoca finalmente rasgaduras que aturden.
Fatalmente.



Y recordamos que

 Los Abordajes poéticos pueden verse y escucharse online los días jueves de 18 a 19 hs, horario de la Argentina, vía streaming, por www.onradio.com.ar



Las yapas: 

1- Entrevista de Rolando Revagliatti a Eugenio Mandrini, donde nuestro invitado le dijo: "Dios existe, se llama Shakespeare y está en expansión".


2- El Mandrini casi desconocido: guionista de historietas







¡Buena semana poética! 





miércoles, 16 de noviembre de 2016

Clase N° 31 /año 3 - jueves 10 de noviembre 2016

LA POÉTICA DE
ESTER DE IZAGUIRRE

In memoriam


La portada de Morir lo imprescindible, antología, Ed. Vinciguerra, 2006. 

Este es el programa N° 15, nuestro 15vo encuentro de Abordajes poéticos, el taller de lectoescritura de la Fundación Argentina para la Poesía realizado online vía streaming los jueves de 18 a 19 hs, hora argentina, en www.onradio.com.ar


Los textos que leímos durante el programa-taller:

De Abel Posse, prólogo para Poemas (1960-1992). Obras completas

Hay poetas que construyen su voz en un largo camino de actividad literaria. Tanto el material ideológico como las experiencias personales, los sentimientos ingresan para someterse a la presión de lo literario, a la dominación -afortunada o desafortunada- de una estética.
Otros poetas prefieren el camino del afinamiento personal. Se diría que la página en blanco sobre la que inscribirán su estética, son ellos mismos. Es un propósito difícil y hasta riesgoso, no cabe mucha posibilidad de subterfugio ni de distanciamiento (aquel «extrañamiento» de que hablara Bertold Brecht). Todo el yo del poeta pasa a ser instrumento del decir poético, del canto; el hombre, poeta en estos casos, intenta ser laúd, órgano catedralicio o quizás melancólico silbido humano enriquecido por el temblor de los humanísimos labios.
Si tuviera que definir a Ester de Izaguirre preferiría este símil. Asume todos los riesgos de nombrar sentimientos y situaciones. Lo hace exponiendo su sensibilidad al desnudo, sin adornos de conclusiones morales -esas falsas alturas políticas, religiosas o éticas. Consigue vencer el difícil desafío  y nos alcanza estos poemas humanísimos, sinceros, verdaderos. En ellos aparece la cotidianidad sin arrogancia ni agregados épicos, simplemente la verdad de lo cotidiano y lo simple, pero tamizados por una sensibilidad atenta, una sensibilidad de poeta, capaz de una percepción profunda y significativa que transformará esos hechos simples de todos los días, en experiencia profunda y trascendente.
Se dijo que los poetas son los más encumbrados constructores de esa «conciencia social reflexiva», ese arduo trabajo de los hombres -los únicos seres incompletos (y por esto imperfectos) de la creación. Somos los espectadores, estamos obligados a tomar conciencia.
Toma conciencia el ingeniero, el científico, el periodista, el hombre que medita sobre su situación y sus conflictos. Pero el poeta es el más alto exponente de esta necesidad porque su toma de conciencia es la más universal y completa: opta por captar -o lucha por capturar- el sentimiento del existir. Puede intentar hacerlo con un Himno holderliniano o en un ciclo terrenal y celeste como el de la dantesca Commedia, pero también puede hacerlo a través de lo mínimo, a través de las cosas de nuestro entorno, del aquí y del ahora. Si es verdaderamente poeta, comprenderemos y sentiremos en su voz que al nombrar lo que vemos y sentimos todos los días, como por arte mágico, esa realidad aparentemente inmediata, es devuelta a una profundidad que se nos escapaba antes del verso.
Si el sociólogo explica y el político y el filósofo interpretan, el poeta nos da, en cambio, algo total: el sentimiento de vida como conciencia del existir. Ni la piedra ni el animal necesitan sentirse vivir, pero sí el hombre. Y entre todos corresponde al poeta entregar la expresión de ese sentimiento total. A lo largo de las generaciones los poetas son -pura y simplemente- nuestra conciencia humana.
Ester de Izaguirre no centra su libro en temas o series de temas excluyentes. Su conciencia poética, libre y emocionada, se posa en el más variado paisaje, desde lo personal hasta el ambiente ciudadano.
Sus versos encuentran seres queridos, las casas, las calles de la ciudad -hasta sus personajes como «El deshollinador» (poema logradísimo)-, el amor y la meditación del amor, y la muerte, el interrogante eterno.
Pero los temas de todos sólo cobran altura en la pluma de muy pocos, y Ester de Izaguirre logra darnos una clara prueba de sensibilidad omitiendo las sonoridades del arte elocutivo tanto como el prestigiado recurso de las interpretaciones fáciles (aunque se revistan del prestigio de lo filosófico o lo político) y queda un despojado sentimiento de verdad, de pura realidad. Es aquí cuando su poética se hace altamente significativa, reconfortante, ya que hay una afirmación final de la vida.
Ester de Izaguirre nos eleva a una celebración verdadera, a una afirmación, diría, religiosa final, que nada tiene que ver con facilidades fideístas.
Creo que éste es el aspecto que más tenemos que agradecerle a Ester de Izaguirre. Yo, formalmente, lo hago con entusiasmo, al haber encontrado verdadera poesía en estos tiempos de falsas cosmogonías y quejas plañideras.



Trabajaremos además el Recurso de derivación: la unión de palabras que provienen de una misma raíz.



De Morir lo imprescindible

Decantación

       Mi deseo de hoy es más profundo            
       que el habitual anhelo de estrecharte,                

       no tiene sexo, génesis del mundo,            
       ni piensa en el final al comenzarte.           

       Como a un niño dormido quiero verte             
       la piel ceñida a la bondad del viento,                 
       paladear el milagro de saberte                  
       en esta sed sin manos ni tormento.          

       Habrá un mensaje vago, indefinible,                  
       en la renuncia de nuestra mirada    
       y en la luz de la estrella inasequible.                  

       En esta noche extraña, humanizada,                  
       bordaré un arabesco imperceptible          
       en la trama infinita de la nada.                 


Capricho

       Para quererme queriendo                
       como quiero que me quieras           
       tendrás que querer, queriendo                  
       como si no me quisieras...               

       El amor en un suspiro          
       y besos en los cantares,         
       me mirarás si te miro             
       como si no me mirares.         

       Sentir que sientes sentires               
       y que los sientes callando,             
       decir con ojos decires            
       que el labio va silenciando.             

       Para quererme queriendo                
       como quiero que me quieras           
       tendrás que querer, queriendo                 
       como si no me quisieras.       


Lluvia, ayer

«Sólo el rostro emerge del tiempo como desde el fondo de las aguas; y no puede mirarnos».

Rilke                      

       Caminaba tu sombra             
       junto a mí,          
       sombra gris y mojada,           
       verde en el césped,                 
       roja en los guijarros              
       de la plaza.         
       Poco puede la lluvia              
       con las sombras           
       y con las manos cálidas         
       que se buscan              
       (maderos ingrávidos              
       en la corriente              
       de un río).           
       Poco puede la lluvia              
       con los labios               
       que no pueden besarse,         
       porque nadie                
       se besa a sí mismo.                

       Poco puede la lluvia              
       con las palabras           
       que no se pronunciaron...               
       Tú, a mi lado,               
       los dos fuimos              
       aquel día lluvioso,                 
       artífices de un tiempo   
       hecho para el olvido.             


Júbilo

En este momento soy feliz.
Apenas puedo creerlo.
El tiempo es un esclavo
que se postra a mi paso
como una palma urgida por el viento.
Me sonríe el tejado
con sus gatos en celo.
Me siento afortunada.
pero es tan extraño
no explicarme por qué.
Ni una gota de alcohol
porque no bebo.
No me queda ni un valium
ni un compromiso fáustico
ni un proyecto de viaje
ni ha sonado el teléfono en la tarde.
Por qué será este júbilo.
Ya empiezo a sospechar
una emboscada.

Mi bisabuela india

En Paraguay, Quindy, 1870
Guerra de la Triple Alianza

Allí vivió y allí quiso morir.
Fueron cerrando el círculo en su casa de troncos
levantaron sigilosos edificios
y las luces eléctricas derritieron los cirios que encendía
para asustar a rayos y tormentas.
Le talaron los árboles
rompieron el aljibe
y le enturbiaron el arroyo donde lavaba ropa.
Mi bisabuela tan sola, tan valiente
cuando leyó la carta
anunciando la muerte de los hijos
que ramoneaban raíces en la selva
antes de que las bayonetas
les cerraran los ojos.
Mi bisabuela india tan sola en el arroyo
ahora blanquea recuerdos
con nudillos de niebla.


DIFERENCIAS ENTRE MI GATO Y YO


Alguna vez nací y existirá el final.
Él no lo sabe.
Utilizo como jueces los espejos
para que juzguen signos en mi cara.
Él ni siquiera busca reflejarse en el agua.
Yo quiero permanencia
y nos enamoramos “para siempre”
porque también mentimos.
Él crucifica al silencio de la noche cuando ama
y después, ni el recuerdo.
Yo intuyo la existencia de los dioses
para poner barreras a los sueños
al desmadre, al cansancio, a los disfraces.
Qué lástima me da no ser un gato
para ignorar el plazo que se acaba.


A UNA AMIGA DE LA INFANCIA

Quiero que me recuerdes cosas
que a mí se me olvidaron,
aquello en que deseaba convertirme,
el detenido enero,
el sol iridiscente junto al ceibal dormido.
Recuérdamelo amiga.
Investigo la prehistoria de mis manos
y no descubro nada.
Sé que tu voz,
una venda de estrellas quitará de mis ojos
y volverá aquel patio, nuestro fugaz reinado
donde hacíamos coronas con los sauces
en aquellas domesticables primaveras.
Convócame a aquel tiempo que se fue.
Si lo entendieras como yo
no cabrían en el mundo tu miedo y mi dolor.
Las cartas se extraviaron,
en todos los correos hay fogatas de letras,
los teléfonos se ahogan con sus propios cordones,
los libros permanecen en rancias bibliotecas
bautizados con ojos que ahora leen la tierra.
Los partidos de fútbol señalarán domingos
y una máquina sorda partirá en dos la siesta.
Entonces, esta culpa de haber nacido a medias,
de vivir olvidando tanta infancia de veras,
sabrá que ya no hay tiempo
bajo el cielo que espera.



JUDAS
Soy Judas, el traidor,
y te di más que todos,
yo te di más que amor.
Para ellos la merced del heroísmo
y la docilidad de serte fieles,
porque ellos no afrontaron tu mirada
allá en Getsemaní.
Ojalá me hubieras dicho: “te comprendo,
lo estás haciendo bien. Ánimo, Judas”.
Ellos navegaban en barcas
que el prodigio salvaba de mareas tenaces,
yo me hundí hasta tocar fondo en los abismos
de este mar de ser hombre y acordarse.
Todos vieron los clavos y lloraron,
yo te inmolé para que amanecieras.
Convocaron a tantos para el drama,
Caifás, Anás, Herodes y Pilatos,
por qué también a mí. Yo te quería.
Por qué habrán acuñado las monedas,
por qué las profecías.
Por qué el árbol aciago
como un ojo hechicero reclamándome
desde la sangre intacta de la Biblia.
Soy Judas, el traidor,
el que mejor cumplió con su destino.
El que entregó al que amaba. Por amarlo.


Aquí el link del audio del taller-programa:




Y recordamos que

 Los Abordajes poéticos pueden verse y escucharse online los días jueves de 18 a 19 hs, horario de la Argentina, vía streaming, por www.onradio.com.ar




Las yapas: 



2- Leonard Cohen - Discurso por el premio Príncipe de Asturias (Subtitulado castellano)






¡Buena semana poética! 

So long, Leonard Cohen!