martes, 8 de agosto de 2017

Clase N° 8 /año 4 - martes 1° de agosto 2017

DE LA MANO DE LA POÉTICA DE
SILVINA OCAMPO
RETOMAMOS EL TRABAJO DEL TALLER

¿Por qué subir montañas? le preguntaron al gran escalador Lionel Terray.  Porque están ahí, respondió.
¡Saludos, ABORDAJEROS!! La noticia hoy  volvió a ser la poesía por la poesía misma, porque está allí, diría, parafraseando al gran montañista francés.

Esta semana retomamos el sabor del anonimato poético para deleitarnos primeramente con la gran voz de una de las grandes escritoras y poetas del siglo XX, Silvina Ocampo.

Recurrimos siempre a ella para volver al redil, para regresar a las casas, como se diría en el campo que ella tanto amó; para sostener el hilván de narrar desde la emoción de la sorpresa y la mágica búsqueda ante la vida. Tal era el asombro metafórico de Silvina Ocampo.

Poca poesía de ella hay en internet. A tal punto que tuvimos que tipear el poema que leímos-desmenuzamos-despanzurramos-disfrutamos de ella.

Primeramente, porque comenzó una segunda etapa del año y además, porque se suman al taller nuevos alumnos, dimos una introducción a esto de tratar de enhebrar palabras de manera poética para poder vislumbrar, comprender, apreciar algo de esto que los talleristas que nos acompañan en esta actividad  ya lo hacen habitualmente: disfrutar de la palabra enriquecida y tratar de escribir poemas.

Luego leímos y trabajamos poéticamente dando cuenta de los recursos literarios de Las horas de una estancia, un bello poema en endecasílabos creado a la manera clásica con cinco subpoemas por Silvina Ocampo, por primera vez colocado por completo aquí, en internet, perteneciente a la obra Poesía completa I, Ed. Emecé, 2002, y dedicado al que fue su suegro, Adolfo Bioy.




Las horas de una estancia

 El alba

Tiene un nombre con alas esta estancia,

parece una isla sola en la distancia.

La yerra dejó manchas de amapola,

la esquila dejó nubes en el suelo.

Con venturosos cantos en mi cielo,

el patio y el aljibe me agradecen

esta naciente luz. Rosadas crecen,

como si no crecieran, ramas. Quieta,

la madreselva sube en su glorieta,

y lenta la trenzada mecedora,

evoca una pacífica señora.

Soy la dorada espera en las persianas.

Me contemplan sin verme las paisanas

atentas, con saludos apacibles,

deslumbradas por trenes invisibles,

con las manos sombreándose los ojos,

buscando las lecheras, los rastrojos.



La mañana

Parece de humo el polvo que levantan

las ruedas. Los caballos no se espantan.

De terracota una mujer suspira

y la palmera plácida se estira.

Aquí será la rosa más rosada

y la tarde más dulce y prolongada.

Se oirá mejor la forma del silencio.

El estudioso canto de la urraca

y la sagrada imagen de la vaca

y el árbol y la sombra reverencio.



El medio día (sic)

No omito la tormenta venerada,

tampoco omito la ornitología,

la botánica tan enumerada.

Hago dormir la agusanada oveja

con hilo negro atado en una oreja.

Abunda en mí la fiel monotonía:

ocupan lentas horas los modestos

diálogos y las frutas en los cestos,

las sentenciosas voces en la sombra

y una melancolía que me asombra.

Oscuras casuarinas y el umbral

de las puertas me temen. El ritual

comienzo de la siesta, suavemente

me espera enamorado y elocuente.



La tarde

En las largas entradas de eucaliptos,

el coche de caballos y el otoño

el follaje herrumbrado y algún moño

que vuela con el viento, circunscriptos

quedarán en la estancia, como el sol,

como el ámbito azul del parasol,

como el mugido triste del ganado.

En horas de la siesta y del peinado,

en la penumbra inmóvil una rosa

nocturnamente blanca y temblorosa,

inventando un pasado que la enciende,

en la cerrada habitación trasciende

con un zumbido musical remoto,

la ancha distancia y el recuerdo ignoto.

La grávida mujer y el mes de enero

son míos, y las moscas, la osamenta

y aquella flor podrida y macilenta

que llevará la hormiga a su hormiguero.



La noche

Soy el sueño de Elisa y Micaela,

y el relente que busca la diamela.

En mis horas las alas del murciélago

vuelan, las cabelleras se estremecen,

despacio las hortensias convalecen.

Mi noche sin orillas, como un piélago,

entra a cuarto del peón que está dormido,

lo abandona a sus sueños, abstraído,

o en insistentes y callados lazos

le cambia la postura de los brazos.

Mi noche no ha de ser interrumpida

ni por tranvías ni por muchas casas,

mi noche es un declive, indefinida,

con silenciosas plumas de torcazas

se acerca lentamente a las lagunas

y en el fondo del barro deja lunas. 




Y además hablamos acerca de:

qué es la poesía, esa emoción escrita.

Que el recurso más rico poéticamente hablando es el de la ambigüedad.

Y que el otro gran recurso es la duda.

Hablamos de Umberto Eco, semiólogo italiano, y de su obra Opera aperta. Recordamos uno de sus conceptos esenciales: Toda obra literaria queda abierta hasta que la finaliza el lector. Por lo tanto, existirán tantas versiones de obras como lectores haya. Esto es un concepto del siglo XX.

El siglo XX es el siglo del gran quiebre, el de la subjetividad. Y dos enormes mentes científicas exógenas a la poesía fueron las que más colaboraron con los poetas:

Sigmund Freud, con su La interpretación de los sueños, de 1900.

♦  Y Albert Einstein y su teoría de la relatividad.

Voltaire, que decía que “La poesía y la música son intraducibles”.

Que en Occidente la poesía comienza con Homero. La épica de la Ilíada y la Odisea. Luego le siguen Virgilio: la Eneida, Dante Alighieri: la divina comedia.

Que estamos aquí para encontrar la propia voz. Para ello, dimos consignas y ejercicios que serán leídos el martes próximo. Y luego los talleristas podrán subirlos al blog. 



La Yapa


1-http://www.lanacion.com.ar/676245-silvina-ocampo-adolfo-bioy-casares-extrana-pareja  Alicia Dujovne Ortiz cuenta acerca de esa extraña pareja: Silvina Ocampo & Adolfo Bioy Casares. Un lujo de bien escrita. 

2- Sus cuentos completos II, ¡¡no te los pierdas!!! Allí reside su gran voz lírica. 
 ¡Nos deseo una muy buena semana poética! 













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