jueves, 26 de octubre de 2017

Clase N° 18 /año 4 - martes 17 de octubre 2017

ARNALDO CALVEYRA
EL POETA 
EXTRANJERO 
EN TODOS LADOS

 Arnaldo Calveyra y, arriba, la portada de su Poesía reunida
Sus títulos, tanto de libros como de poemas y microrrelatos, instauran un otro lugar textual que va por otra cuerda, paralelamente, y ambos –texto y título- conforman en su escritura un poderoso tren que sale a la búsqueda de las preguntas del misterio, aquellas primeras y aquellas últimas.

Se trata de un enorme prolífico poeta de culto y escritor de prosa poética, mayormente desconocido y por pocos, como suele ocurrir con los poetas.


En el taller, antes de comenzar a entrar en la poética de Calveyra, trabajamos el recurso morfológico de la derivación y nuestros poetas leyeron sus trabajos.

La derivación es uno de los procedimientos de formación de palabras. En muchas lenguas, la derivación es la principal fuente de nuevas palabras. Permite designar conceptos relacionados semánticamente con otros, añadiendo afijos (por ej, cuchillada de cuchillo). La derivación permite que el léxico designe numerosos sentidos a partir de un número mucho más reducido de raíces o lexemas.

Con frecuencia la derivación comporta cambio de categoría gramatical (por ej. el verbo materializar deriva del adjetivo material, el cual a su vez deriva del sustantivo materia), mientras que en la flexión siempre se mantiene la categoría gramatical (por ej. las formas flexivas canto, cantaban, cantando son siempre verbales; las formas enfermero, enfermeras son siempre sustantivos).

Por otro lado, en cuanto a los cambios de significado, la derivación se parece a la composición, con la diferencia de que mientras la derivación usa afijos sin significado propio (como -izar añadido a material para formar materializar), en la composición se juntan morfemas que aislados ya tienen significado (como tela y araña en telaraña).


El conjunto de términos del léxico, formados a partir de un mismo lexema mediante afijos derivativos, conforma un campo semántico, llamado campo semántico de palabras derivadas de la raíz o lexema.

A veces, dentro de un campo semántico de palabras derivadas se dice que una palabra es una palabra derivada de otra si la segunda se puede formar a partir de afijos derivativos. Por ejemplo: sueño, soñar, soñito, soñoliento, etc.


Arnaldo Calveyra (Mansilla, Entre Ríos, 23 de febrero de 1929-París, 16 de enero de 2015) fue un poeta, novelista y dramaturgo argentino residente en París desde 1960. Fue condecorado por el gobierno francés con la Ordre des Arts et des Lettres.
Vivió en su provincia natal, Entre Ríos, y cursó estudios en 1943 en Concepción del Uruguay, luego se mudó a La Plata donde estudió filosofía en la Universidad de La Plata.

Obtuvo una beca y se instaló en París en 1960 donde conoció y trabajó junto a Julio Cortázar, Alejandra Pizarnik, Claude Roy, Gaëtan Picon, Cristina Campo y Laure Bataillon.
Su primer libro, Cartas para que la alegría fue elogiado por Carlos Mastronardi en la revista Sur de Victoria Ocampo (1959). Murió en París -como dijo Vallejo de sí mismo- en 2015. 


Canción del marinero inmigrante

Vine una, dos veces,
aquí me quedé,
me conquistaron las veredas de Ensenada:
desparejas, era como
caminar en cubierta sobre un mar huracanado
ir perdiendo la memoria
es dejar un día de crear distancia,
ya no ser artefacto del mar
una vez, en una costa del sur,
logré escribir sobre una ola,
y fuimos varios en leerla,
la palabra palabra
por ese entonces era joven
y capaz de apagar un faro con un dedo,
las rocas aullaban escondites,
para las sirenas yo no era un marinero
de un mar cualquiera
me tendía a dormir
y las gaviotas lo borraban al sol
con dos alas,
impresión perpetua
de estarme vistiendo
para una fiesta
pequeña mandrágora de mi bolsillo,
fui yo quien abrazó al mansuela
del que todos se apartaban
en el puerto de Sydney
pero nunca lloré:
una vez que se empieza,
¿qué razones hay para dejar de llorar?
de un tío irlandés
heredé la palabra oblivion,
la encontré entre varios objetos
a mí destinados
a la muerte de ese human being,
amaneceres en hilachas,
días y noches en que el cielo
hiede a rata muerta
América la ofrecida, me digo
mirando el yuyal incesante

morir será
encender una lámpara
en la casa desconocida.



Del libro Cartas para que la alegría


El viaje lo trajimos lo mejor que se pudo. De todas las mariposas de alfalfa que nos siguieron desde Mansilla, la última se rezagó en Desvío Clé. Nos acompañamos ese trecho, ella con el volar y yo con la mirada. Venía con las alas de amarillo adiós, y, de tanto agitarse contra el aire, ya no alegraba una mariposa sino que una fuente ardía. Y corrió todavía con las alas de echar el resto: una mirada también ardiendo paralela al no puedo más en el costado de tren que siguió. La gallina que me diste la compartí con Rosa, ella me dio budín. En tren es casi lo que andar en mancarrón. Los que tocaban guitarra cuando me despedías vinieron alegres hasta Buenos Aires. Casi a mediodía entró el guarda con paso de "aquí van a suceder cosas", y hubo que ocultar a cuanta cotorra o pollo vivo inocente de Dios se estaba alimentando. En el ferry fue tan lindo mirar el agua. ¿Y sabes?, no supe que estaba triste hasta que me pidieron que cantara.

No te dije de la luna. La luna es lo más alto. Cuando la mirábamos, ¿por qué hacíamos retemblar el índice sobre el labio hasta provocar un beruberu de acompañarla? ¿Nos lo enseñaste tú o papá? ¿Y qué era su despabilarse en niño Jesús subido al burrito sobre esa lumbre de peligro? Dame esas noticias. Nos quedábamos hasta bien tarde en enero para mirar. Ahí la tengo en el patio ahora, es lo más alto. La dejé atada del pino, mi cometa plateada y mi compaña, y me entré luna arriba para que muchos niños.



Del libro Iguana, iguana


La siesta del domingo Entreabierto a las miradas, el pulcro panteón donde reposan, unos frente a otros, los miembros de una familia. El sol que cae casi a plomo, penetra sin embargo en el inmóvil grupo. Aquí, a la izquierda y por poco en el suelo, el padre. Sobre esa oscura encina, la madre. En el tercer estante, el más joven de los hijos, muerto joven. A la derecha, las muchachas, muertas de muchos años. En lo que es el piso, si se levantara de su argolla la losa, se vería reposar, en el fervor de la penumbra, con los amigos que más tarde fueron sus cuñados, los restantes hijos varones repitiendo el prolijo conjunto de arriba. Pero hay una repetición más densa en la muerte: los hermanos mayores vivieron, aún solteros, apartados de la casa por un enorme patio, hermoso como un bosque. En esas habitaciones recibían amigos, tenían una guitarra. Ahora, entre ellos mismos en severo desnivel, y debajo de los padres, de las buenas hermanas, de su hermano más joven, descansan. Se diría que allá abajo, ocultos por la pesada losa como antes por el bosque, siguen conspirando hermosuras, siguen fuertes en la cacería nocturna, ajenos a la severidad paterna, a la inocencia pacífica, al candor de los blanquísimos paños bordados. Hay una repetición en la muerte. También la casa, cuando todos ellos estaban en la tierra, permanecía abierta, y con los días festivos hasta el humo de la chimenea despachaba limpieza. Ahora que la muerte recata la puerta y la entreabre sólo, todos duermen la siesta campesina.



Del libro Diario del fumigador de guardia


Duerme el fumigador decano, ha envejecido como envejecen algunos maestros de la costa oriental del Uruguay. Poco a poco la muerte se va cansando de darlo de alta. Un estuario arrecia, la mente entra en olores. Antes de dormirse nos contó la historia de la laucha que encontró muerta en una lata de conserva. Y ahora mientras duerme parece estar pensando en otra cosa, tan excluyente el gesto, tan levantadas las cejas. Duerme y respira al mismo tiempo debajo del sauce y en una habitación azotada por respiraciones adversas. Los mosquitos que se posan sobre su frente caen muertos, fulminados al instante. -Pasado de gas, aclara el compañero, está a punto de despertarse.



De Libro de las mariposas


No me has encontrado, me anduve empapando de rocío. Temprano irisado. Iba cantando, iba contándome, iba abriendo maizales con el canto al canto. Los perros lo toreaban a Dios de tan visible.


¡Despierta, viene el día, un pájaro se suelta de los ríos, despierta! Le van quedando dos velas a la luna, vela del sur, vela del oeste, mariposa, mariposa enloquecida con su sombra descubierta. ¡No queda nadie en casa! ¡No duermas más, despierta, el agua no tiene imágenes, los caballos no imaginan!...


Anda con el telegrama por el monte. Voy a su encuentro, el telegrama tiene una flecha con mi nombre. Le queda un poco de luz a la sombra, verde, sombra del pájaro, y en seguida oscuro y esa voz con mi nombre. (Si pudiera salirme de mi nombre, entrarme en el trébol con su oferta de imanes...) -Una piedra, su caballo casi rueda. Arena ahora. Agua. Sendero ahora. Ahora llega aquí donde lo aguardo, desde lo alto de su oscuro ha de leerme esta palabra.


La mañana vuelve con el árbol. Con el pájaro. Ciudad extinta, el fósforo se apaga en el pabilo. Conciliábulo de techos acosados miran beberse la gota sola, la gota sucia. ¿Vuelve una luz a su tronco de espino?, ¿vuelve el árbol por su nombre, y donde les dicen no caminarás no se den vuelta no se den vuelta? La vertiente se desliza, helada.
Del libro Apuntes para una reencarnación


Palabras a no dudarlo, palabras, no otra cosa. Palabras en lugares, las mismas en diferentes textos, palabras vueltas del revés desde la primera letra. A punto de poema. Halladas en ocasiones, en lindes de un olvido, en manos aún torpes de aprendices de sol y de sombra, ¿poesía qué, cuándo, poesía cómo? Acentos tales. Palabras que quieren decirnos algo oculto desde siempre por las parcas de los sueños, escondido entre los pliegues.



Algunos de sus títulos y ediciones son:

Cartas para que la alegría, Cooperativa Impresora y Distribuidora, Buenos Aires, 1959.


El diputado está triste, Editorial Leonardo, Buenos Aires, 1959.

Moctezuma, Collection Théâtre du Monde Entier, Editorial Gallimard, 1969

Iguana, iguana, Editorial Actes Sud, 1985

L'éclipse de la balle, Editorial Papiers-Actes Sud, 1988

Los bares / Les bars (con Antonio Segui) Editorial Les Yeux ouverts, Ginebra, 1988.

La cama de Aurelia, Editorial Plaza y Janés, Barcelona, 1990.

El hombre del Luxemburgo, Editorial Tusquets, Barcelona, 1997.

Le livre du miroir, Ed. Actes Sud, (traducido por Silvia Baron Supervielle).

Apuntes para una reencarnación, (poetry) Diario de poesía, No. 53, Buenos Aires,

Si la Argentina fuera una novela, Editorial Simurg, Buenos Aires, 2000.

Libro de las mariposas, Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2001.

Diario del fumigador de guardia, Editorial VOX, Bahía Blanca, 2002.

El origen de la luz, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2004.

Livre des papillons/Libro de las mariposas (poetry), Editorial Le temps qu'il fait, 2004

Maizal del gregoriano, Editorial Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2005.

Tres hombres, Editorial Eloísa Cartonera, Buenos Aires, 2005.

Diario de Eleusis, Editorial Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2006.

Poesía reunida, Editorial Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2008.

El cuaderno griego, Editorial Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009.

El caballo blanco de Mozart, Editorial La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2010.

Una flor para Selma, Editorial La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2010.

Cartas para que la alegría, Editorial Mágicas Naranjas, Buenos Aires, 2011.


La Yapa

1-14 de mayo de 2014 estuvo en el Malba, junto a Pablo Gianera y Matías Serra Bradford. Leyó fragmentos de Novela, su último libro, y también del Diario del fumigador de guardiay respondió algunas preguntas. 


2-17 de enero de 2015, la nota publicada por su fallecimiento. 




¡Nos deseo una muy buena semana poética! 

Los talleristas que quieran, suban sus poemas :)







domingo, 22 de octubre de 2017

Clase N° 17 /año 4 - martes 10 de octubre 2017

JOAQUÍN GIANNUZZI


POETA Y PERIODISTA 

Pasada la fiesta de la poesía, pasadas las celebraciones de los premiados, volvemos a dar el taller clásico.
Ejercicios, poéticas y dar a conocer poetas, analizarlos, “diseccionar” y tratar de entender el proceso de creación del / de la poeta. Pero fundamentalmente, disfrutar de la poesía.

En este caso, un poeta / periodista o periodista / poeta: Joaquín Giannuzzi




Nos preguntamos: ¿las paralelas se tocan? Según Einstein y la poesía, sí, sin duda. El periodismo es la antesala de la historia y la poesía es el revés de la trama. Ambos universos preguntan, ambos persiguen la síntesis. La verdad está siempre fragmentada; a veces como fuegos artificiales, a veces como vaso de vidrio que cae vertiginoso y estalla contra el piso.

El periodismo, esa manera tan particular de ver el mundo, esa deformación profesional, sin duda que echa luz en la poesía, y viceversa. La tensión del hilo es diferente. En un universo prima la inmediatez, en el otro la necesidad de elegir la palabra única y asirla a ese espacio.

Los recursos son los mismos, la mirada hace la diferencia. En el periodismo, la mirada es inquisidora, escrutadora e investigadora. En la poesía pasa por lo desconocido y la perplejidad ante la vida.

Como periodista me atrevo a decir que la parodia y la ironía están más a flor de piel en nuestra poesía.

Cara y seca de una misma moneda, este dúo tiene una larga tradición en la Argentina. 

Casi todos los poetas trabajaron de periodistas, desde Jorge Luis Borges a Roberto Arlt, desde Rodolfo Walsh a Roberto Santoro, pasando por Conrado Nalé Roxlo, Antonio Requeni, Fernando Sánchez Zinny, José Portogalo, Joaquín Giannuzzi, el que nos convoca hoy, y quien escribe esto y habla de ellos en el taller literario. 

Lo hermético y subjetivo de la poesía es la contracara de lo necesariamente claro y tendiente a la mayor objetividad posible. En esa tensión trabaja el periodista-poeta, el poeta-periodista. Los dos comparten aquello de que tanto los poetas como los periodistas sabemos: mucho de todo y nada de nada, o dicho de otra manera: un poco de mucho y nada de todo. Los dos son oficios, requieren ambos de trabajo, costura e hilván, método y sustancia.

En este caso, como es un editorial, lo firmo :) 
                                                                         
                                                                      Sandra Pien




Paisaje urbano

Con mis piernas surcadas
por una especie de fracaso placentero
y una perspectiva de huesos lentos,
desde la ventana del bar contemplo esta furiosa esquina
donde los átomos se han enloquecido
y se cruzan interminables ríos de motores.
He aquí el mundo
componiendo una música tan excesivamente humana
que un accidente no modificaría la situación.
Yo bebo una cerveza y me pregunto
si valía la pena, si necesitábamos este tumulto,
si este vértigo de la materia triturada es digno de nuestra fe.
Me pregunto también
si está incubando un orden distinto, una desconocida naturaleza,
donde puedan instalarse los jardines
que giran prisioneros por mi cerebro irritado.


Por alguna razón

Compré café, cigarrillos, fósforos.
Fumé, bebí
y fiel a mi retórica particular
puse los pies sobre la mesa.
Cincuenta anos y una certeza de condenado.
Como casi todo el mundo fracasé sin hacer ruido;
Bostezando al caer la noche murmuré mis decepciones,
escupí sobre mi sombra antes de ir a la cama.
Esta fue toda la respuesta que pude ofrecer a un mundo
que reclamaba de mí un estilo que posiblemente no me
correspondía.
O puede ser que se trate de otra cosa. Quizás
hubo un proyecto distinto para mí
en alguna probable lotería
y mi número no salió.
Quizá nadie resuelva un destino estrictamente privado.
Quizás la marea histórica lo resuelva por uno y por todos.
Me queda esto.
Una porción de vida que me cansó de antemano,
Un poema paralizado en mitad de camino
hacia una conclusión desconocida;
un resto de café en la taza
que por alguna razón
nunca me atreví a apurar hasta el fondo.


 Apuntes de época

Frecuencia de tiroteos
En las inmediaciones de nuestro cuerpo.
Las noches llegan como amenazas secretas.
Explosiones, aullidos de ambulancias y neumáticos,
pasos que se precipitan.
Espasmos de una agitación avanzada.
La vieja época
pierde el ritmo cardíaco, boquea
en el estanque seco de su propia historia.
Detrás de las puertas
cerradas a doble llave, pasador y moral sin dientes
todo el mundo conteniendo el aliento.
Timbales y música a volumen crítico.
El baile de los muchachos
del otro lado de la pared.
Desde aquí no hay mucho que explicar:
acumulo muecas, examino ideologías
pero en conjunto ignoro
si son libres o felices,
qué heroísmo reclaman, qué sueños conciben.
A veces hay un accidente en el tocadiscos
y entonces los muchachos
con puños y pies golpean las paredes
para escapar de estos tiempos difíciles y oscuros.



Lázaro

Los granos de trigo egipcio germinaron
después de cuatro mil años de sombra.
Esto puede parecer demasiado hermoso.
Pero si la energía de la vida
soñó largamente en medio de la muerte
unas pocas gotas de agua y de luz
bastan para que Lázaro mueva los párpados.




Meditación detrás de los cristales

Cuando mueves la cola
aplaudo públicamente, pero en privado
escucho una nostalgia
que nada puede decidir. Tú
en la unánime calle, yo
detrás del vidrio de la ventana
y de mis anteojos. Cada vida en su lugar
y todo el mundo en el mundo.
Tú andas
felino libre viento joven
en plena oportunidad carnal de la luz
entre la gente que silba y entusiasmas
con tanto porvenir. Yo
en mi rincón tabacoso,
repasando mis pulgares, con cierta
inteligencia práctica respecto al pasado
y mi presente reumatismo especulativo.




Lluvia en el jardín

He observado el comportamiento de las mariposas
sorprendidas por la lluvia en el jardín.
En vano buscaron refugio bajo las hojas
y en la profundidad de las flores.
Pero una de ellas se elevó
hacia las nubes sombrías
y eligió la muerte en el rayo
perdida la memoria de la especie.
Yo fumaba en la galería, tendido de espaldas;
yo sobrevivía tranquilamente, ensayando
mi oficio de holgazán, mis vacaciones metafísicas,
aunque también pensando
qué clase de muerte, qué modelo de sepulcro
podría convenir a mi exclusiva historia personal,
la especie de pena que me correspondía.




Diagnóstico

Le diagnosticaron una esquizofrenia orgánicamente terrestre
síntomas subjetivos y objetivos
un síndrome disociador porciones sueltas de la realidad
cavidad mental poblada de fantasías
alucinaciones fuertemente impolíticas
emociones sin fundamento fobias de perro azul
comportamiento simiesco muecas lenguaje primitivo.
Todo por haber estado mirando
demasiado tiempo objetos sin importancia,
por haber desplazado las varias y ordenadas conjeturas del intelecto
por descansar nomás de tanta vida.




Sueño del nadador

El nadador ha pulido
su artesanía de joven felino
para corresponder
a los principios míticos del agua.
La coreografía empieza desde un punto
aéreo, elastizado,
donde el filo del trampolín revela
la soledad de una energía
concentrada en suspenso y en el cielo.
El conjunto se afina hasta crear
una mínima carne liberada
de carga emocional. Ahora solo basta
el pulmón feliz. Suelta su amarra
la tensionada fibra, se desprende, salta
y en rápida parábola
entra como un cuchillo en un reinado lento.
El agua vibra al sol como estrellada.
Convertida en mujer
con un baile en su seno se incorpora
una segunda alegría. El huésped cae
y largamente se demora abajo
como probando
la impune gracia de permanecer
para siempre en la azul profundidad,
palpando sus opciones
y sus posibles sueños venideros.
Pero aquí vuelve, sacudiendo un resto
de ensoñación goteada
a su estado mortal, con paso herido,
al triste error, vacilando
entre rígidos objetos aplastados
y su cuadrado peso.



Momento invernal

¿Qué haremos con esta escena accidental
-hojas reunidas por el viento del sur hacia la puerta sino
aislarla como un conocimiento ilusorio?
Todo movimiento es circular
en el rincón del muro, allí
donde las hojas corren para girar sobre sí mismas
al aullido de una ráfaga fría y discontinua.
Lugares comunes de la materia invernal.
¿Debemos otorgarles
una intención de belleza y resurrección
a partir de la confusión del polvo estacional?
Tal es nuestro posible conocimiento: un anhelo
susurrando en las hojas secas, una horrible
tristeza en una tarde de nuestro tiempo.
Y en el rincón del muro la certeza y el residuo
de una disolución universal.



Mosca final

Tiesa en el vidrio y su engaño, todavía
se aferra a un resto de luz menguante.
Calmada forma final
ya no tiene razón contra el invierno.
Un fracaso a la vista del cielo:
veo la dignidad
de concluir con la tarde, en un gris moribundo
aplastado a lo traslúcido. Una pizca
de frío residuo planetario
hacia abajo chupado, a lo indistinto.
En su descenso cumple
una certeza de orden, mientras ignoro
la ley de mi propia disolución.
La muerte
no me reserva esa lógica suave,
su tranquila mecánica
sino un final inexacto, sometido
a un desesperado anhelo personal.



Ni ángel ni rebelde

No arriesgó nada
no practicó la irreverencia
no mordió el sexo del paraíso
no padeció la pesadilla de vivir
no aulló por falta de demonios en el vientre
no enturbió el agua de ninguna academia
no gozó la locura de la realidad
no destruyó su propia fisiología
no reveló lo insensato de la sensatez
no orinó ni escupió ni eyaculó fuera de foco
no hizo de la palabra la enemiga total
no metió ningún dedo en la llaga
de ninguna cosa hizo destino
no tuvo miedo de sí mismo
no metió mundo ni absoluto en sus venas
no arrulló entre sus brazos una bomba ni siquiera pacífica
no tuvo pensamiento ni ademanes
ni colores militantes
no se encamó con el monstruo de sí mismo
no hizo del vacío una utopía
no amo ni para nacer ni para morir
no telefoneó al otro mundo, no arrojó
bocanadas de sangre sobre el orden y el lenguaje.
Fue correcto adecuado municipal y obvio
o sea una buena persona en el peor sentido de la palabra.




Rubén Darío

Usted me preguntaba cómo verificar
si está vivo o muerto Rubén Darío.
Meter un dedo en su tumba,
sentirlo frío, no cuenta si usted palpa
sus huesos rendidos.
¿Muy esquemático?
Pero si no me equivoco
su pregunta tenía un sentido artístico.
En cuanto a su poesía, escuche usted
cómo respira todavía,
cómo recrea su vasto lenguaje
y perfecciona y ahonda las notas de su laúd.
Claro que ya no bebe su vino al anochecer.
Con excepción de ese hábito
ninguna verdad rubendariana interrumpió la muerte.




Amantes en la noche 

Nos amamos y apagamos el televisor
como negando la realidad. Pero el mundo
insiste en sus convicciones o las busca
por motivos que ignoramos o acaso
porque el crimen debe seguir su curso.
Desde afuera, sus figuras insomnes
presionan contras las paredes que nos refugian.
Se encarnan en el viento, aullidos
de neumáticos y en las inmediaciones
de todas las cosas, tiroteos
que no resuelven la discordia general.
Ahora acumula hojas secas
al pie de las ventanas y desliza
una carta de origen desconocido
por debajo de la puerta.
Pero florecemos desnudos en medio de la noche
donde el amor decide en su propia voluntad
y por él sabemos cómo hacer de la historia
un rumoroso escándalo que no nos concierne.



Orquesta degollada

El poema que cada uno
va masticando como un chicle de idiota
es poca cosa. Una preocupación ridícula
de la vida individual, guitarrita de bolsillo,
cantito de rana en los pulmons contaminados
cuando la calle abunda de gente en todas direcciones.
Sólo Dios sabe adónde va cada uno,
Pero el Estado sabe
dónde van todos con su pequeña música entre los dientes.
Traslado a mi oído el verso mascado
para probar su sonido: un fracaso que no resuelve
esta muchedumbre sentimental hacia el ocaso
con su rumor de orquesta degollada.
Fulgor en el subte

Los jóvenes amantes se lamían
las caras y las manos, desnudando
en la pública luz
la energía de la creación, la mutua
penetración de la materia viva.
Entonces los señores y tristes pasajeros
se irguieron esperando que el incendio
estallara hacia todas direcciones y destinos:
dejando que esa fuerza
se filtrara en ellos y cavara
en ropas, carnes, metales y maderas,
hasta un liberado resplandor.



La paz del torturador

El torturador está cenando
con su sagrada familia.
Todo parece andar bien en este pequeño mundo.
Él está satisfecho con su trabajo
tan gratificante
que con 220 voltios es capaz de hacer maravillas
como arrancar de raíz
el más recóndito secreto de Dios.
La esposa no tiene por qué saber nada
acerca de estos asuntos
que por otra parte no le servirían
para hacer una buena sopa.
Sus dos hijitos admiran a papá
por su generosa manera
de llenar el mundo a su alrededor.
Cuando llega de la calle
el perro mueve felizmente la cola
y a los dos les da lo mismo
cualquier sistema social.



Por alguna razón

Compré café, cigarrillos, fósforos.
Fumé, bebí
y fiel a mi retórica particular
puse los pies sobre la mesa.
Cincuenta anos y una certeza de condenado.
Como casi todo el mundo fracasé sin hacer ruido;
Bostezando al caer la noche murmuré mis decepciones,
escupí sobre mi sombra antes de ir a la cama.
Esta fue toda la respuesta que pude ofrecer a un mundo
que reclamaba de mí un estilo que posiblemente no me
correspondía.
O puede ser que se trate de otra cosa. Quizás
hubo un proyecto distinto para mí
en alguna probable lotería
y mi número no salió.
Quizá nadie resuelva un destino estrictamente privado.
Quizás la marea histórica lo resuelva por uno y por todos.
Me queda esto.
Una porción de vida que me cansó de antemano,
Un poema paralizado en mitad de camino
hacia una conclusión desconocida;
un resto de café en la taza
que por alguna razón
nunca me atreví a apurar hasta el fondo. 


La Yapa







5- El querido y recordado Jorge Ariel Madrazo dice de Giannuzzi http://lamasmedula.com.ar/2016/03/10/joaquin-giannuzzi-la-acre-belleza-del-desencanto/



¡Nos deseo una muy buena semana poética!